La perfumista by Mabela Ruiz-Gallardón

La perfumista by Mabela Ruiz-Gallardón

autor:Mabela Ruiz-Gallardón
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policial, Novela, Intriga
publicado: 2015-11-29T23:00:00+00:00


—Osteopatía—dijo—. Aquí se recoge la medicina del futuro, aunque hoy se mire con desprecio y prejuicio. La ciencia hecha arte —hizo un gesto exagerado, abriendo desmedidamente los ojos—. El día de mañana todo se curará con las manos —El viejo me dejó allí y bajó las escaleras para atender a un nuevo cliente que acababa de entrar.

No sé el tiempo que estuve mirando aquellos libros. El primero era una obra relativamente nueva, 1951, de un tal Harold Magoun, Osteopathy in the cranial field; el segundo, una biografía de Andrew Taylor Still, el fundador de la osteopatía. Ya desde las primeras páginas quedé fascinado. Allí estaba todo lo que desde hacía años había intuido, las respuestas que la medicina tradicional nunca había podido darme y que, sin embargo, yo estaba seguro de que existían. Era un descubrimiento, un redescubrimiento, diría yo, pues en realidad, partía de los principios antiguos de la medicina hipocrática: el organismo sano es aquel que goza de un buen equilibrio entre los humores fundamentales del cuerpo, la sangre, flemas y bilis. «Es la armonía entre estos elementos lo que proporciona al cuerpo su innata capacidad de curación», leí. Eso es lo que yo siempre había pensado, que el cuerpo humano tiene la capacidad de curarse de sus enfermedades y dolencias. El libro de Still, en sus primeras páginas, formulaba la teoría básica de la osteopatía. Explicaba cómo todos los elementos del cuerpo humano, unidos a través de las fascias, constituyen una unidad funcional. Por eso, decía, si se reequilibra la estructura, se restablece la función.

¡Maravilloso! Me daba cuenta de que los libros que tenía entre mis manos iban a ser el comienzo de una nueva orientación en mis investigaciones. La osteopatía se me presentaba como una ciencia capaz de entender la interrelación entre la vida emocional, espiritual y física del hombre. Una ciencia que buscaba curar con las manos actuando sobre la causa, y no sólo el efecto, de las enfermedades.

La voz del viejo librero me sacó de mi ensoñación.

—Caballero, voy a cerrar.

Miré el reloj.

¡Dios mío! Las ocho. Había pasado dos horas allí. Me acordé de Tere. ¡Menudo plantón!

Bajé a todo correr la estrecha escalera de caracol:

—¿Cuánto cuestan? —le pregunté al librero.

El hombre tenía ya puesto su grueso abrigo de lana y unos guantes de cuero desgastado.

—Doce duros.

Busqué en los bolsillos de mi chaqueta mi cartera y la abrí. Sólo tenía ocho. El librero me miraba impertérrito, chupando la pipa, peinándose la barba.

—Lléveselos—me dijo—, estos libros están prácticamente prohibidos. Así que prefiero que no diga de donde los ha sacado—se acercó a la puerta esperando a que yo saliera— usted se los lee y luego, si quiere, me los devuelve.

Me sentía incómodo llevándome gratis los libros. Insistí en pagarle por lo menos los ocho duros que tenía bajo la promesa de volver al día siguiente para pagar el resto. Pero él rehusó aceptarlos y me contestó con una ironía:

—Esté seguro de que algún día podrá pagármelos… soy comerciante y ya sabe, quienes nos dedicamos a los negocios no vendemos duros a peseta.



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